Como empresarios, creemos que es buen negocio vender un servicio útil en un mercado que tiene mucho potencial de crecimiento.
Cuando empezó la crisis del Covid-19 tuvimos miedo y nos sentimos muy vulnerables. A pesar de haber sido obligados a aislarnos, cambiar completamente nuestras formas y modos de vida y a cuidarnos, hubo un sentimiento común de unión que nos hizo sentir más fuertes. Sabemos, desde siempre, que la unión hace la fuerza; pero, la verdadera unión la practicamos solamente cuando nuestros miedos superan nuestra sensación de control.
Esta posibilidad y certeza de sentirnos más fuertes, es la que motoriza el mundo de los seguros. Me refiero a esa condición, esa certeza y esa confianza externa que busca el ser humano para proteger sus bienes y garantizar la continuidad de su estilo de vida ante eventos que no controla. El seguro existe desde la prehistoria en economías no monetarias y existen registros de transacciones de seguros monetarias en el código de Hammurabi con sus 3800 años de antigüedad. Está claro que los seres humanos buscamos lo mismo desde siempre: proteger aquello que amamos ante adversidades que nos superen como individuos.
Después de vivir en el exterior, volví a Argentina hace 4 años para emprender, con el objetivo de democratizar el acceso a los seguros para un público que aun no tenía acceso a estos servicios de manera masiva. Desde un ángulo social y sabiendo que el seguro es punto de apoyo para el progreso, creemos que poner a Argentina al mismo nivel que países más desarrollados, es algo que aporta a la madurez de nuestra economía y de nuestra sociedad. Como empresarios, creemos que es buen negocio vender un servicio útil en un mercado que tiene mucho potencial de crecimiento.
Argentina es un país donde casi nadie se asegura a nivel personal. Solo tomamos seguros obligatorios y los consideramos un gasto. En Estados Unidos, las personas tienen un promedio de 4 o 5 pólizas cada uno (auto, bienes, hogar, vida, entre otros). Toman los seguros que son obligatorios y también se cubren a nivel personal, protegen a su familia y su estilo de vida. Tienen pólizas de vida y salud como algo prioritario para la preservación de sus de sus sueños, sus ambiciones y su futuro en general.
Sabemos que solo crece nuestro mercado cuando la gente confía en su país; cuando mira para adelante y puede planificar. Discutiendo internamente y entendiendo los riesgos, nuestra conclusión es optimista: los argentinos somos personas prácticas con buen criterio para la toma de decisiones que impactan en nuestra vida. Premiamos las actitudes que unifican y castigamos a quienes tratan de separarnos. Premiamos y usamos las soluciones creadas por emprendedores brillantes y castigamos a quienes incentivan la destrucción de valor. Tenemos alternancia democrática y un país envidiable desde varios puntos de vista sobre el que siempre debemos estar orgullosos.
Para volver a confiar en el futuro, necesitamos una dosis de un concepto casi obsoleto: patriotismo. El patriotismo del siglo XXI para los argentinos debería enfocarse en unirnos cada vez más. En ignorar una grieta que no es real y que solo es instigada y auspiciada desde las redes sociales, y explotada por aquellos que no tienen un plan mejor. En apoyar a quienes promueven la paz, la igualdad real de oportunidades, la generación de empleo, la creación de valor, la investigación, la educación y la salud para todos.
Patriotismo es apoyar agresivamente a los y las emprendedores que cada día se levantan a pensar nuevas ideas de inversión y creación de valor para el país, y castigando con nuestro voto o militancia a todos aquellos que tengan o promuevan cualquier idea anti democrática o autoritaria en cualquier área de la vida, desde la vida pública o política, hasta la vida empresaria.