Argentina

#HistoriasDeMujeresSindicalistas Marianela Mel: de Susanita a feminista y secretaria nacional de Mujer y Familia

El caso de Marianela es opuesto a los que venimos contando. No fue ella la que llevó el feminismo al sindicato de televisión (SATSAID), sino que fue el sindicato el que le contó otra historia diferente a la que hasta ese momento conocía. «Iba viendo en estas mujeres lo que yo deseaba para mi vida.», asegura.

Marianela Mel creció en una definición clásica de hogar de clase media conurbana. Cuando ella nació en marzo del 79, su papá era militar administrativo y su mamá, ama de casa madre de cinco a quienes crió en la casa que compartieron toda la vida en la localidad bonaerense de Morón.

Su infancia y adolescencia transcurrió en el barrio, hasta en la misma cuadra porque fue a una escuela privada católica que estaba a la vuelta. Ella recuerda que en su casa nunca se hablaba de política sin embargo entraba el sentido común que instalaban los medios a través de la televisión, con programas como Tiempo Nuevo. «Mi familia no es de derecha, es clase laburante. Son de la gente que dejó de creer en la política y están permanentemente defraudados de todos los gobiernos. Ellos creen que soy una esperanzada empedernida, una ingenua. Todos mis afectos piensan muy diferente a mí.». Tuvo un sólo abuelo peronista pero lamentablemente falleció antes de que pudiera conocerlo.

En el ’94 dejó tercer año y a los 17 años se puso a trabajar en una empresa de cable llamada Cablemundo. Su jefe de entonces, que sería el primer hombre en animarla a dar un paso que le mejoraría la vida, le pidió que termine el secundario. «La verdad que me hizo un favor. De no habérmelo pedido hubiera seguido trabajando toda la vida y hoy no tendría ese estudio tan básico, así que terminé el secundario pegadito a tener a mi primer hija».

La delegada de los clientes

Su trayectoria laboral vio pasar todas las absorciones empresariales que derivaron en la grilla, vamos a decir acotada que conocemos hoy. Multicanal compró Cablemundo y cuando en 2006 el Grupo Clarín compró Cablevisión se fusionó también con su principal competidora, Multicanal. Los intentos de hacer valer la ley de Defensa de la Competencia, de Lealtad Comercial y la ley de Medios, sancionada en 2009, todavía dan por tierra. En 2011 se anuló la fusión pero el Grupo desconoció la normativa gracias al aval de un juez. En 2015 el Grupo compró Nextel Argentina y en 2017 se fusionó con Telecom Argentina, convirtiéndose en el gravitante gigante empresario que es hoy. «Llevo 24 años viendo este recorrido de compras, ventas y fusiones», enumera Marianela.

En más de una ocasión pensó que el viaje laboral se terminaba pero siguió básicamente porque le gusta: «Tuve el privilegio de trabajar de algo que me gusta aunque todo el mundo me dice que estoy loca». Es que desarrolló tareas que se asocian mucho con el estrés y la insalubridad. «En su momento ser operadora en el call center me dejaba un montón de tiempo libre para mi hija, que en ese momento era lo único que me importaba. Eran seis horas, el salario era bueno, podía estar temprano en casa, podía ir a las reuniones de padre, podía estar en los actos de la escuela.», valora.

A estos beneficios personales se sumaron otros relativos a la formación profesional: «Tuve la suerte de que en aquella época la empresa invertía en capacitaciones de Programación Neurolingüística que te ayudaba a sobrellevar la conversación con el cliente.» Pero el oficio cambió con los años. «Ahora la empresa lo que busca es que dures dos años, te canses y te vayas».

A Marianela siempre le interesó resolver problemas y antes de ser delegada de trabajadores se ponía al hombro los problemas de los clientes «Tenía un cuadernito en el que les hacía seguimiento. Los operadores no tenemos por qué hacer eso, empezamos y terminamos con la llamada, pero yo siempre fui medio ‘obse’ y me gustaba.»

Su llegada al sindicalismo la describe como «por accidente» porque ella siempre había estado conforme pero esto empezó a cambiar cuando, producto del crecimiento, la empresa empezó a perseguir sellos de calidad, como las normas ISO o IRAM. «Empezaron a presionar un montón y a negarnos derechos para cumplir con los estándares como sea».

«Nos empezaron a presionar para que tengamos a los clientes menos de 40 segundos desde que entraba a las centrales, nos negaban los feriados compensatorios que se acumulaban, teníamos 15 minutos para descansar, no nos podíamos parar, empezaron con el crédito horario». Es decir, si un día había poco trabajo te podías ir antes, pero otro de mucho trabajo tenías que devolver esas horas, rompiendo con los límites para un trabajo insalubre.

Todo esto fue posible hasta que intervino el sindicato. «La representación gremial dentro del call era algo liviana. No era fácil ser dirigente de un call center del Grupo Clarín, así que entiendo que no han hecho más porque no han podido, pero además también me hago cargo de que nosotras y nosotros como trabajadores tampoco les dábamos un respaldo muy grande. Había dos delegadas y batallaban solas». Mientras estaba todo bien, nadie le prestaba atención al sindicato pero la cosa cambió y el sindicato se hizo más presente.

«¿Y por qué no te haces delegada?»

Para el 2006, la persecución se había hecho demasiado pesada y Marianela ya tenía un pie afuera con el plan de poner un local de ropa. Pero el Satsaid organizó una asamblea para anunciar una mejora salarial: «Ese día volví a casa y dije ‘Vino el sindicato. Nos dijeron que necesitan una fuerza política dentro del sector’ y Gustavo, mi marido me dijo ‘¿Y por qué no te haces delegada?’. Yo creo que hasta el día de hoy se está arrepintiendo, jamás se imaginó que iba a terminar en donde estoy.», se ríe.

Marianela llegó al sindicato sin formación política ni sindical pero lo compensó con compromiso y esfuerzo. Al contrario de las historias que solemos contar, no fue ella la que llevó rebeldía al sindicato sino que fue el Satsaid el que irrumpió en su vida cambiándola radicalmente: «Es un sindicato bastante progresista», afirma. Se presentó a las elecciones de 2007 junto a otros cuatro y entraron como delegados juntos: «Fue un cambio tremendo para nuestro sector».

Fue tan grande el cambio que el sindicalismo produjo en su vida y en su forma de pensar que en 2009 se separó. «Empezamos a tener diferencias profundas, nunca dejamos de amarnos pero con el amor solo no alcanza. Él seguía igual que como lo conocí, entonces yo era re Susanita, de la casa, de la familia, de mis responsabilidades acá. Me habían enseñado que las mujeres eran para servir a la familia, ya bastante trasgresor era que nunca había dejado de trabajar. Mi transformación generó ruido en mi familia, en mi pareja y hubo que reconstruir desde otro lugar. Pero bueno, un día volvimos mejores y ya estamos hace más de 20 años juntos. Igual hay un camino de transformación permanente». El tiempo de la separación lo usó para encontrarse en ese nuevo ‘yo’ que había nacido.

Su forma de militar es desde la comprensión y el diálogo justamente porque no se olvida de dónde viene ni de cómo pensaba: «Tengo muy entrenado el respeto por la mirada diferente a la mía. Muchas compañeras y compañeros me critican eso porque lo ven como un signo de debilidad pero yo era así antes de entrar al gremio. Yo creía en la meritocracia, creía que si yo me forzaba, me iba a ir bien y que el que no se esforzara no le iba a ir bien. Cuando los veo a ellos me veo a mí cuando era joven, entonces si no soy yo la que la que tiene paciencia e invierte tiempo en compartirles mi mirada ¿quién lo haría?»

De esta apertura se planta en una posición potente de construcción: «No podés construir sin consenso, no podemos construir un gremio, ni una conducción política, ni un país solo con la gente que piense igual a mí. No se puede y está mal, porque de eso también se trata la democracia.» Y no escapa a señalar las responsabilidades dirigenciales: «Me parece que las personas que están en un rol de conducción tienen la obligación de esforzarse por entablar vínculos con diálogos que favorezcan consensos amplios, sean empresarios, dirigentes políticos, sindicales o lo que fuera. El puntapié inicial lo dio (el presidente) Alberto (Fernández) yendo a TN. Al revés no veo que pase, no veo a funcionarios de la oposición yendo a C5N o a este canal nuevo IP (Información Periodística). Es el primer canal de noticias que tiene paridad de género en su conformación, son afiliados al Satsaid.»

El feminismo, un antes y un después

Un poco irónicamente, gracias a la televisión Marianela creía que el feminismo realmente era una mala palabra «Creía que era un grupo de locas que rompían iglesias, que prendían fuego cosas, un grupo de violentas hasta que empecé a ir a los Encuentros Nacionales de Mujeres de la mano de nuestro gremio entonces me di cuenta de que no era lo que decía la tele. Hay cuatro o cinco personas que son un poco más violentas como en todas las organizaciones del mundo, donde tenés gente con cierto grado empatía y gente con cierto grado violencia. Los medios patriarcales hacen su juego en hacernos creer a todas y todos ciertas cosas. entonces yo pensaba ‘las feministas no me representan'»

Si bien no puede identificar una fecha precisa sabe que entre 2007 y 2008 pasaron cosas que fueron armando el proceso de cambio: «Nuestro gremio hace todos los años un encuentro nacional con dirigentas de televisión de todo el país desde hace muchos años, cuando yo entré ya estaba. El primero que me encuentra como delegada no sé si fui, creo que no porque en mi cabeza yo no podía dejar a mi marido con mi hija para irme 3 días a Mar del Plata.»

Pero todo cambia cuando se socializan las tareas de cuidado: «Un año la secretaria de la Mujer que había puso a una mujer para que se hiciera cargo de nuestros chicos porque son jornadas muy largas entonces fui con los dos. Ese sí fue un antes y un después.» Aunque, como suele pasar, había resistencias internas del viejo discurso todavía: «Al año siguiente a mi hija no la podía llevar porque la tenía que hacer faltar al grado, entonces fui sólo con el más chiquito. En ese momento yo no le podía pedir a mi marido que terminara antes de trabajar para que fuera a buscar a la nena a la escuela, hiciera las compras, la cena. Era impensado. Así que para poder irme de viaje aunque me llevaba al «problema» más chiquito mi mamá retiraba la nena la llevaba a casa, medio como que hacía las compras y cuando llegaba Gustavo se iba. Al año siguiente ya no me lleve a ninguno de los dos aunque dejé el freezer lleno de comida.»

«Todo el mundo dice que es muy difícil llevar el feminismo adentro de los sindicatos, pero también es muy difícil llevarlo adentro de nuestras casas», reconoce.

De a poco las tareas se fueron visibilizando y repartiendo entre los integrantes de la casa hasta llegar a hoy, en que están mucho más distribuidas entre los cuatro, con equidad en las responsabilidades. «Esto lo aprendí en el gremio. Veía a mis compañeras tan resueltas y pensaba ‘Qué envidia, ojalá pudiera algún día’. Iba viendo en estas mujeres lo que yo deseaba para mi vida pensando que nunca lo iba a poder lograr». En ese sentido, la convivencia en pandemia la ayudó: «Ya nadie va a poder decir que las tareas de cuidado no son un trabajo que demanda mucha energía, mucho tiempo y que debe ser reconocido como un trabajo con la correspondiente remuneración y registración. Es amor y es trabajo.»

En ese sentido procura criar a su hijo y a su hija para que sean independientes, para que no necesiten que los mantengan ni que les hagan las cosas de la casa: «Quiero que la compañía que tengan sea por opción y no por necesidad.»

Secretaría Nacional de Mujer y Familia

En el 2015 la convocaron a formar parte de la Comisión Intermedia, que es un grupo de delegados y delegadas de AMBA que funciona de asistencia y de brazo ejecutor del Consejo Directivo a nivel nacional a falta del Consejo Ejecutivo que tienen las otras provincias. Para enero de 2018 ya era secretaria de Mujer y Familia a nivel nacional.

Y el ejercicio de la federalidad no es nada fácil: «Es una responsabilidad muy grande que si la secretaria de la Mujer de Entre Ríos realiza una acción para el Ni Una Menos en su provincia además de organizar algo para el Área Metropolitana tengo que tratar de motorizar la campaña y formar al resto de la secretaria de la Mujer de todo el país para que todas hagan algo o que vayamos en la misma línea.»

Para poder abarcar más espacios tiene un equipo de delegadas en la Comisión Intermedia que la ayudan a estar presente y activa en distintos eventos, luchas y espacios. Tal es el caso de Mujeres Sindicalistas en la Corriente Federal, la Red Nacional Intersindical contra la Violencia Laboral, en el Centro de Estudios de Género de la UNED, en la Multisectorial Audiovisual.

Tiene una valoración sumamente positiva del secretario general que le confió la secretaría de Mujer y Familia, Horacio Arreceygor, pero también de quien lo precedió, Néstor Cantariño, y de sus compañeros varones: «Nos respetan, nos dan otros espacios por fuera de lo que es estrictamente para la mujer. En la seccional de Jujuy, que es una de las seccionales de las provincias más patriarcales, tenemos una secretaria general mujer, por ejemplo.»

Sin embargo, lógicamente, todavía hay compañeros a los que les cuestan los cambios pero Marianela tiene respaldo para dar el debate y consideró además que era importante incluirlos en los encuentros de mujeres: «Desde que yo asumí como secretaria de Mujer y Familia, los encuentros nacionales los hago mixtos, este va a ser el tercer año. Involucró a la conducción de cada seccional mujeres y varones y a nuestro Consejo Directivo Nacional. Lo hago porque estoy convencida de que la transformación que necesitamos la tenemos que hacer todas y todos». Lleva a figuras de renombre internacional a las charlas y asegura que son jornadas intensas y los compañeros logran ver cosas que no ven cuando sólo se las relatan medio de rebote.

Esta postura contradice a gran parte del feminismo separatista que considera que varones cis género deben mantenerse al margen de las construcciones feministas, porque no es nuestro deber enseñarles nada, porque deberían hacer su propio camino y por la posibilidad de cruzar a una víctima con un victimario en un espacio pensado para ser seguro, pero Marianela tiene sus argumentos: «Yo entiendo que alguna compañera se sienta más cómoda cuando ellos no están pero esa compañera tiene que entender que hay que salir de la zona de confort y esto políticamente es incorrecto pero soy una gran hacedora de cuestiones políticamente incorrectas. Creo fuertemente que es fundamental para la transformación de nuestro gremio y de la sociedad que nuestros compañeros participen.» Teniendo en cuenta las características del gremio que está avanzado en algunos debates y con algunos consensos respecto a la equidad de géneros, tal vez sea favorable. «Desde que ellos participan de los encuentros se dieron transformaciones profundas en el gremio.» Sin embargo, lleva a las mujeres media jornada el día anterior, para que también tengan su momento a solas.

Más allá del Satsaid

Ser rubia y blanca le costó alguna que otra estigmatización, desde que no la reconozcan como sindicalista dando una charla en su antigua escuela, por los prejuicios ajenos de cómo deberían ser las sindicalistas hasta que en una marcha, desde la columna de Camioneros alguno le grite «Che, rubia, estás re desubicada acá». En su momento la hicieron sentir mal pero ahora «no me pasa y si me pasara, le contesto.»

También pasó de tenerle miedo a las muchedumbres, las marchas, las bombas de estruendo a extrañarlas: «me falta la calle con mis compañeras y compañeros. Ayer estuvimos en la puerta de la CGT conmemorando los 10 años de la partida de Néstor Kirchner y pensé «cómo extraño esto.»

La colocación del busto de NK, impulsada por el Sindicato de Curtidores encabezado por Walter Correa, prometía ser una jornada tirante por las tensiones que se viven al interior de la centra obrera. Fiel a su positivismo, quedó feliz aunque no por eso dejó de hacer un duro planteo que hay que tener agallas para hacer: «Había sillas destinadas a las mujeres sindicalistas, un cupo de sillas. No me parece menor porque hace un tiempo venimos reclamándole a la CGT que las mujeres que hay no solo son muy pocas, casi nulas, sino que además no representan hoy a las mujeres trabajadoras. Le tengo a Noe Ruíz el respeto que se le tiene a cualquier persona que haya intentado dar una lucha en el contexto en el que a ella le tocó pero no es la mujer que a mí me gustaría que represente a las mujeres trabajadoras. No le falta formación pero le falta enfrentarse, que es lo que hizo Susana Stochero y fijate cuánto duró. Pero aferrarte a una silla por aferrarte sin dar las discusiones que tenés que dar, no va. En ese sentido me parece que la Corriente tiene muchas dirigentas muy valiosas que han sido reconocidas en la última elección. Todo esto es sin ánimo de criticar a Noe Ruíz porque no quisiera estar en sus zapatos 20 años atrás, no sé lo que le habrá tocado vivir, lo que sí veo es que hay muchas otras mujeres con mucha capacidad.»

El cambio lo ve venir en el corto plazo: «Nos mató la pandemia sino dejame decirte que a esta altura ya habría habido una gran revolución. Pero bueno, hoy estamos todas y todos enfocados en sacar al país adelante de esta pandemia y nadie hoy se enfocaría en un logro personal o en una cuestión de egos. El movimiento obrero hoy tiene que estar unido por sobre todas las cosas y eso las personas que conformamos el movimiento obrero de bien lo tenemos claro. No vamos a dar ninguna batalla, ninguna discusión de egos que signifique fragmentarse en el momento en el que más unidos y unidas tenemos que estar pero sí creo que, pasando la pandemia, hay una discusión que darse porque las mujeres vinimos para quedarnos hace varios años y estamos cada vez más preparadas.»

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